31 octubre 2006

Tribuna y Calidad


Me han pedido de la revista Tribuna de UCM que les hable sobre evaluación de la calidad en la enseñanza ...... Al principio, pensé fugazmente decir que no me interesaba hablar sobre el tema ..... ya sabéis que no soy muy partidario de la dominancia de la evaluación en los procesos de aprendizaje. Creo que se le da más importancia de que se debiera. Pero al final, ví una oportunidad que podíamos perder y "transformé" la idea .... de evaluación, en la idea de calidad ..... a mi me gusta como ha quedado. Os lo reproduzco, tal vez vosotros podáis compartir y diferir de los argumentos, y eso siempre interesa. Un abrazo a todos. Roberto Carballo
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La calidad es nuestro mejor horizonte. La calidad es un proceso complejo que parte de una “posición depresiva” (Melanie Klein), o dicho de otra forma, de la necesidad-escasez (www.robertocarballo.com) . Hacer calidad es posible si se piensa que “no se ha llegado”, sino que lo intentamos otra vez como si fuera la primera, y buscamos casi desesperadamente “hacer las cosas bien a la primera” (principios de EFQM). La calidad no se consigue persiguiendo o controlando, sino sabiendo que todo empieza por analizar, por saber donde se está, y después, por compartir esos diagnósticos. En realidad, hacer calidad es como proyectarse desde la verdad, que como decía Gramsci, “es siempre revolucionaria”. La verdad de las cosas, es su comprensión, su explicación, un saber continuamente renovado.

Y el principal punto de análisis y comprensión es el alumno. El alumno es nuestro mejor cliente, difícil, pero que en su exigencia, nos impulsa a una renovación continua de nuestras formas de hacer y de generar espacios de aprendizaje. Y este es el tema: el alumno nos inspira, nos permite comprender las necesidades; la sociedad también nos da pistas, pero debemos saber lo que piensan “nuestros clientes”directos, porque la sociedad más actual está representada en ellos. Es cierto que no vamos a lograr calidad si le damos estrictamente lo que demanda, sino que tenemos que saber interpretar sus necesidades, saber darles un sentido, una estrategia, unas formas de generación de procesos de implicación y motivación y de desarrollo hacia el conocimiento.

La universidad está, como también estaban y están orientadas muchas organizaciones, desde su seguridad de que hay que estudiar lo que hay que estudiar, lo que decimos los que sabemos. Hace tiempo que las cosas han ido cambiando, y las organizaciones avanzadas no tienen “la verdad”, sino que generan escenarios donde es posible llegar a la complejidad de verdades múltiples y diferenciadas, complementarias y a veces, caóticas, provisionales y no definitivas, sobre lo real. Y si las cosas empiezan a ser así, es evidente que no podemos “imponer” nuestras verdades y nuestros programas a los alumnos. A ellos les tienen que servir nuestros programas, son para ellos; no es lo que nos gustaría a nosotros que nos enseñaran, sino lo que ellos necesitan y ven como enseñanza. Y lo contrario produce aburrimiento y pasividad en las aulas y más de una decepción, muchas decepciones. Demasiadas. Por eso hablamos de mejorar la calidad de nuestras aulas. Tenemos que conseguir que el alumno se interese, se integre, se responsabilice, se motive, y ….. tenemos que conseguir que salga del mundo “cuasi-autista” en que lo hemos metido, excesivamente individualizado, competitivo, en parte decepcionante para la mayoría, aislado, …..

Alumno-Cliente, Calidad, …… solo nos falta como hacerlo. Ya sabemos que hemos de empezar siempre por saber donde estamos y para qué y por qué hacemos lo que hacemos. Pero ahora tenemos que conseguir Calidad, y la calidad si evitamos la ruta tradicional del “palo y tente tieso” y del control, hemos de abordarla como un problema que desarrolle de forma compleja a la persona y que le permita interactuar y conseguir competencias que le sean útiles en su vida, tanto profesional como personal.

Y, simplificando mucho, por razones obvias de espacio, la Calidad está cuando generamos espacios de auto-aprendizaje grupales, por ir directamente al grano. Primero, responsabilidad del alumno de su propio aprendizaje; segundo, esfuerzo personal y grupal a partir de sí mismos y sus necesidades; tercero, motivación de lo que es propio, por encima de aquello que es obligado; cuarto, espacios de conocimiento mutuo y de intercambio; quinto, espacios de acción e investigación, de reproducción ampliada de una investigación de la propia vida continuamente renovada. Podíamos seguir, pero ya tenemos todas las variables estructurales del problema: Análisis de lo real y del punto de partida; Responsabilidad y esfuerzo en el propio alumno, en todos los alumnos; metodología científica para hacer efectivo lo que buscamos y conseguirlo; y facilitación de espacios de intercambio, de intercomunicación, en definitiva, grupales para que el alumno no esté “solo ante el peligro”, sino que se sienta realmente acompañado en su progreso hacia el conocimiento.

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