Durante un curso dividí una parte del programa de la asignatura en bloques que tuvieran una cierta entidad e independencia. Tantos bloques como grupos de trabajo se habían formado. Cada grupo era responsable de uno de los bloques y su tarea consistía en elaborar los contenidos correspondientes de manera que pudieran explicárselos a sus compañeros. No se trataba sólo de estudiar el tema y luego explicarlo, sino de “diseñar”. Ese era el problema que tenían que resolver. Tenían que decidir cuáles en cada caso los conceptos más importantes, las actividades adecuadas para desarrollarlos (resolución de problemas, elaboración de esquemas, etc.). Tenían también que diseñar un examen o cualquier otra alternativa de evaluación, y por supuesto, corregir y calificar después. Mi misión era “simplemente” ayudar a cada grupo a preparar su tema, asegurarme de que los contenidos básicos de la asignatura realmente se veían y se entendían y dar una cierta unidad a todo aquello.
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